El señor Wesley predicó este sermón primero en Londres y un
mes después en Oxford. No es peculiar a ninguna época ni de ningún lugar el
tipo o carácter que describe; si bien no cabe duda que los metodistas de Oxford
ofrecían la mejor oportunidad de describir la vida del “casi cristiano.” La
sinceridad, el celo, el cumplimiento escrupuloso de los deberes diarios y la
incansable diligencia en llenar sus obligaciones, eran las cualidades que
combinadas, formaban el carácter que por desprecio llamaron “metodista.” A
pesar de todo esto, declara el autor de este sermón que todas estas cualidades
pertenecen solamente al “casi cristiano.” Sin la verdadera santidad, esta
apariencia de piedad está destituida de todo poder.
Es evidente que el señor Wesley
no se olvidó de los elementos de la religión genuina peculiares al carácter que
aquí presenta, como puede verse en el sermón noveno, en que contrasta esta
misma formalidad con la enemistad e indiferencia naturales en el hombre. Nada
puede hacer más enfática la apreciación tan profunda que tenía de lo importante
que es esta crisis del alma, conocida bajo el nombre de conversión, como el
hecho de presentar aquí todos los auxilios de la gracia, anteriores a dicha
conversión, como estériles sin esa suprema experiencia que transforma al
hombre casi converso en verdadero cristiano.
La peor oración dirigida a sus oyentes, al traer a la memoria
su experiencia entre ellos, es característica del predicador: muéstrese enteramente
libre de esa porfía orgullosa que engendra la seguridad de las propias
opiniones; de esa falsa consecuencia que induce a los hombres a sostener un
error simplemente porque antes lo habían abrazado como una verdad. Habla de sí
mismo como de otro individuo y usa de su propia experiencia para amonestar a
otros en contra del error.
Hay algunos ejemplos de la desaprobación propia muy
diversos de los que el señor Wesley ofrece aquí, y son los de ciertas personas
recientemente convertidas, que hacen enfática, y aun exageran su vida perversa
pasada, a fin de hacer el contraste con su modo de vivir actual más pronunciado
y notable. Esta práctica si no de condenarse, es peligrosa. Silos conversos han
de mencionar los pecados nefandos de esta vida, deberán hacerlo con dolor
profundo y un sentimiento de humildad muy diferente de toda clase de alarde,
puesto que de otra manera se corre el peligro de dar una impresión muy
diferente de la que se intenta: los oyentes tal vez no experimenten un
sentimiento de gratitud por la salvación de un gran pecador, sino más bien una
duda de la sinceridad del que habla y de la realidad del cambio.
En el caso del señor Wesley, las alusiones que hacía a su
propia experiencia eran pertinentes y hechas con un espíritu de verdadera humildad;
mientras que los cargos que se hacía a sí mismo eran esfuerzos por servir a
Dios, que sobrepujaban a las pretensiones más exageradas de los que le
escuchaban. El contraste es muy marcado. Si le hubiese faltado celo y rectitud,
¿cuál no habría sido la condenación de aquellos que despreciaban todas estas
cosas, las cuales constituyen la verdadera vida cristiana
Contiene este sermón la sustancia de las “reglas Generales
de las Sociedades Unidas” que se publicaron en 1743, casi dos años después de
predicado este sermón.
Fuente: autor desconocido
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