Mi hijo Joel Andres
Cosmovisión: Encarta “la manera de ver e interpretar el mundo. Nuestra cosmovisión es el esquema conceptual que organiza todo lo que creemos y a través del cual interpretamos y juzgamos la realidad.
Tener un hijo es la experiencia más emocionante de la vida. Criarlo y
formarlo constituye un acto de amor que tiene sus demandas pero a la vez
grandes satisfacciones.
El período de espera durante la gestación es el tiempo de la ilusión, de
los planes, de la expectativa. Sabemos que él o ella están dentro de nosotras.
Primero los malestares y luego las pataditas nos lo recuerdan a cada instante.
La familia entra vive una conmoción. El nuevo bebé anuncia su llegada y es
imprescindible preparar todo para su arribo. La habitación, la cuna, los
pañales, la ropita para esa personita que pronto reclamará un lugar en este
mundo. Lo vemos nacer y las palabras no son suficientes para expresar todos los
sentimientos que genera en nosotras, el instinto maternal aflora y lo primero que
hacemos es proteger y suplir. Empieza entonces esa estrecha relación de
dependencia que los acompañará en cada período de su existencia hasta que sean
capaces de enfrentar el mundo por si mismos.
Cada una de nosotros vive intensamente las diversas etapas en las vidas de nuestros hijos, sabemos que
son como flechas que tarde o temprano hemos de lanzar al mundo. Y nuestra
misión consiste en equiparlos para que puedan construir un futuro de provecho.
Si bien es cierto que como adultas podemos estar seguras de que nuestra manera
personal de interpretar el mundo responde a una cosmovisión cristiana, la
pregunta trascendental que como madres nos hacemos es si hemos logrado que
nuestros hijos la tengan. ¿Los estamos soltando a la vida con convicciones
profundas? ¿Sabemos que cosas son las que están influenciando su mente y su
manera de pensar? ¿Revelan ellos ya una forma personal de ver e interpretar el
mundo? ¿Cómo podemos estar seguras de que tienen realmente una cosmovisión
cristiana? He aquí algunos principios que nos ayudarán en la tarea de forjar y
cimentar sus convicciones:
- Considerar a
cada hijo en su individualidad y que Dios tienen un plan para su vida.
- Orar y bendecir
a cada uno de ellos.
- Darse tiempo
para enseñarles periódicamente la palabra de Dios
- Dialogar sobre
todo tipo de temas.
- Vivir y encarnar
la palabra de Dios en nuestras propias vidas.
- Enfrentar los
problemas familiares con una cosmovisión cristiana
- No encerrarlos
en una caja de cristal
- No pasar por
alto sus errores sino corregirlos a tiempo, llevándoles a la reflexión de
sus actos.
- Transmitirles la
alegría, el gozo, el optimismo, la fe, y las bendiciones de e vivir
- Guiarlos en su
proceso de maduración, ayudándoles a desarrollar su capacidad critica.
- Sembrar en sus
corazones compasión por el mundo perdido.
- Conversar a cerca de las ventajas y desventajas de ser hijos de pastores.
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