22 febrero 2014

El casi cristiano - Notas introductorias de Juan Wesley

El señor Wesley predicó este sermón primero en Londres y un mes después en Oxford. No es peculiar a ninguna época ni de ningún lugar el tipo o carácter que describe; si bien no cabe duda que los metodistas de Oxford ofrecían la mejor oportunidad de describir la vida del “casi cristiano.” La sinceridad, el celo, el cumplimiento escrupuloso de los deberes diarios y la incansable diligencia en llenar sus obligaciones, eran las cualidades que combinadas, formaban el carácter que por desprecio llamaron “metodista.” A pesar de todo esto, declara el autor de este sermón que todas estas cualidades pertenecen solamente al “casi cristiano.” Sin la verdadera santidad, esta apariencia de piedad está destituida de todo poder. 

Es evidente que el señor Wesley no se olvidó de los elementos de la religión genuina peculiares al carácter que aquí presenta, como puede verse en el sermón noveno, en que contrasta esta misma formalidad con la enemistad e indiferencia naturales en el hombre. Nada pue­de hacer más enfática la apreciación tan profunda que tenía de lo importante que es esta crisis del alma, conocida bajo el nombre de conversión, como el hecho de presentar aquí todos los auxilios de la gracia, anteriores a dicha conversión, como estériles sin esa suprema experien­cia que transforma al hombre casi converso en verdadero cristiano.

La peor oración dirigida a sus oyentes, al traer a la memoria su experiencia entre ellos, es característica del predicador: muéstrese enteramente libre de esa porfía orgullosa que engendra la seguridad de las pro­pias opiniones; de esa falsa consecuencia que induce a los hombres a sostener un error simplemente porque antes lo habían abrazado como una verdad. Habla de sí mismo como de otro individuo y usa de su propia experiencia para amonestar a otros en contra del error.

Hay algunos ejemplos de la desaprobación propia muy diversos de los que el señor Wesley ofrece aquí, y son los de ciertas personas recientemente convertidas, que hacen enfática, y aun exageran su vida perversa pasada, a fin de hacer el contraste con su modo de vivir actual más pronunciado y notable. Esta práctica si no de condenarse, es peligrosa. Silos conversos han de mencionar los pecados nefandos de esta vida, deberán hacerlo con dolor profundo y un sentimiento de humildad muy diferente de toda clase de alarde, puesto que de otra manera se corre el peligro de dar una im­presión muy diferente de la que se intenta: los oyentes tal vez no experimenten un sentimiento de gratitud por la salvación de un gran pecador, sino más bien una duda de la sinceridad del que habla y de la realidad del cambio.

En el caso del señor Wesley, las alusiones que hacía a su propia experiencia eran pertinentes y hechas con un espíritu de verdadera humildad; mientras que los cargos que se hacía a sí mismo eran esfuerzos por servir a Dios, que sobrepujaban a las pretensiones más exageradas de los que le escuchaban. El contraste es muy marcado. Si le hubiese faltado celo y rectitud, ¿cuál no habría sido la condenación de aquellos que despreciaban todas estas cosas, las cuales constituyen la verdadera vida cristiana

Contiene este sermón la sustancia de las “reglas Generales de las Sociedades Unidas” que se publicaron en 1743, casi dos años después de predicado este sermón.

Fuente: autor desconocido

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