05 febrero 2018

¡Vidas renovadas!


Al pensar en este título, pienso en escribir sobre las personas a las cuales he alcanzando durante este ultimo semestre, dos familias en particular, habitantes de la localidad de Caranda a 3 horas de Santa Cruz. Son hermanos que asisten a la Iglesia que presido. Estas familias, me han abierto sus puertas, aunque al comienzo tuvieron un poco de recelos, actualmente están interesadas en recibir enseñanzas que realizo a nivel formal en la iglesia y de manera informal visitando y compartiendo con ellos en sus hogares.

Pienso en cuanto podemos tocar vidas que reflejen el poder de Dios en sus vidas, que reflejen la lucha y la constancia en cultivar una relación con Dios en su diario vivir. Cuando nos preocupamos de ellos y compartimos vivencias en sus hogares, escuchando sus experiencias y proveyendo buenos consejos y comentarios sobre que sería lo correcto, o lo que Dios diría o desea que hagamos como hijos suyos. Poder llegar a estas vidas me ha llenado de regocijo, pero también de preocupación en diversos momentos de sus vidas, como su líder necesité mucha sabiduría de nuestro Señor par poder ayudarles, aconsejarles, impulsarles, exhortarles, y cultivar en ellos ese amor a Dios, a sus familiares, y al prójimo.

Hubieron momentos en que me sentí muy triste al escuchar palabras de desánimo y deseos de no continuar en el camino del Señor, y no seguir asistiendo a la iglesia, recuerdo un domingo que llegué a una casa de una pareja la cual estaba pasando por diversas luchas emocionales y espirituales en su matrimonio, la falta de confianza el uno en el otro, la falta de fe en que Dios puede hacer en cambio en sus vidas, provocó en la señora un desanimo grande, y me dijo con lagrimas que no iba a seguir asistiendo a la iglesia, recuerdo que llore por ellos, y después de aconsejarles y exhortarles que no se dejen llevar por esos momentos de desanimo, oré por ellos poniendo en las manos de Dios sus vidas, y que el cambie cualquier decisión negativa. Luego me sorprendí mucho al ver un cambio grande en sus actitudes, el uno con el otro, y alabo a Dios por el poder que tiene para transformar nuestras vidas. 

Alabo y bendigo al Señor por permitirme conocer a otras personas, a las cuales puedo influenciar con mi testimonio, con mis consejos, con mi caminar diario hacia la vivencia en una vida de santidad, Yo misma no la he alcanzado, pero sigo en ese proceso, en esa búsqueda de vivir cada minuto de mi vida, bajo el señorío de Cristo y bajo la obediencia a sus mandamientos y hacer lo que el me pide.

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