04 septiembre 2016

¿Pasión o presión?

"Está mi alma apegada a ti . . ." (Salmo 63:8).

¿Te has sentido alguna vez como si estuvieras en una olla de presión? ¿Has soñado de una vida sin presiones? Has escuchado alguna vez alguien que dijera, "No puedo resistir más la presión." "Mi hijo ha perdido la fe por las presiones de sus estudios." "Mi hija fue presionada a casarse cuando no quiso." ¿Han habido momentos en tu vida cuando sientes no aguantar más las presiones del mundo? Las presiones han resultado en divorcio, suicidio, enojo, ansiedad, y el alcoholismo.

Tengo un mensaje importante para ti. Nunca podremos librarnos de las presiones del mundo. La presión y nuestra existencia humana son inseparables. La primera vez que el hombre fue presionado fue en el Edén cuando Satanás tentó a Eva con la fruta prohibida. Desde ese momento nuestro adversario no ha dejado de tentar y presionarnos. Consideremos por unos momentos las presiones que enfrentamos en nuestras vidas.

Las Presiones del Mundo
Los pastores enfrentan presiones inmensas para crecer la iglesia. Cuando dos pastores se reúnen es inevitable que hablen del tamaño de sus iglesias o que comparen el crecimiento de sus congregaciones.
La mayoría de la vida de un pastor es consumida con sus deseos de ver un crecimiento en el número de miembros de su iglesia. Si su iglesia no crece, es considerado un fracaso y es transferido a una iglesia más pequeña. El resultado de este problema es un pastor que pierde su fe mientras intenta atraer miembros con métodos humanos.
Cada hombre enfrenta presiones diferentes. Existe la presión de ser el mejor empleado posible. Existe la presión de trabajar los domingos en vez de ir a la iglesia. Existe la presión de la tentación sexual. Existe la presión de participar en conversaciones inapropiadas y existe la presión del materialismo.
Cada mujer también enfrenta la presión. Existe la presión de conseguir empleo en vez de cuidar por la familia. Existe la presión de permitirles a sus hijos libertades peligrosas como el noviazgo a una edad temprana y también existe la presión de mantener la familia y el hogar.
El estudiante universitario enfrenta presiones cuando es sujetado a filosofías nuevas y seculares que presentan diferencias y oportunidades tentadoras.

La Respuesta a la Presión es la Pasión
No requiere inteligencia extraordinaria para reconocer que la presión puede ser superada solo por más presión. Para ser victoriosos debemos invocar la presión más potente: la pasión de Dios. Si tu pasión para Dios es más grande que las presiones del mundo, serás vencedor. Cada caída y vuelta al pecado es precedida por una decaída en nuestra pasión para Dios.
Si examinamos las vidas de los cristianos más fuertes, veremos un factor común y muy importante: todos buscan y persiguen a Dios diariamente. Todos sus deseos, ambiciones, y motivos humanos son sometidos a la voluntad de Dios y todo lo que no concuerda con Su voluntad es echado por desperdicio.
Cuando Jesús murió en la cruz el velo en el templo fue roto y todo hombre recibió permiso de tener comunión completo con Dios. Cuando tenemos comunión con Dios nuestra pasión es intensificada hasta el punto de consumir todos los otros deseos, pasiones, y motivos en nuestras vidas. Todo palidece en comparación con la pasión de Dios. Cuando la pasión para Dios es activa y creciente en nuestras vidas, es fácil negar los deseos y las presiones humanas.
La respuesta a las presiones del mundo es una pasión para Dios que produce vidas comprometidas a Dios. Vemos un ejemplo de una vida comprometida en 1 de Samuel 15:1-9. Pasión como esta es del Espíritu Santo. Pasión como esta protegerá a nuestros hijos universitarios mientras están lejos del hogar y los convertirá en potencias para la conversión de nuevos cristianos.
No debemos culpar al mundo por los jóvenes que han perdido su fe. Mas bien, debemos culpar la falta de pasión para Dios. El apóstol Pablo se sometió repentinamente a situaciones difíciles donde la tentación pudo haberle derrumbado, pero su pasión para Dios le dio la victoria cada vez.

¿Cómo Conseguimos una Pasión para Dios?

Primeramente tenemos que entender lo que significa nuestra salvación. Debemos reconocer que es necesario confesar nuestros pecados, arrepentirnos, y nacer de nuevo (1 Juan 1:9, Lucas 13:3, Apoc. 3:20). Tenemos que experimentar la sangre del Cordero en nuestros corazones así como lo experimentaron el pueblo de Israel. Después de recibir la sangre debemos seguir la nube y el fuego como lo hicieron los israelitas. La pasión de Dios empieza con la limpieza de la sangre de Jesucristo. Juan dice "....pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado."

Si no entiendes la importancia de caminar con Dios, nunca crecerá tu pasión para el Señor. Sin pasión caerás una y otra vez en las trampas de Satanás como cayó Eva en el Edén. Serás un cristiano carnal y serás rechazado por Jesús en el día del juicio final (Apoc. 3:16).
La segunda cosa que tenemos que hacer es desarrollar nuestros hábitos espirituales. Desde el momento de nuestra conversión no podemos permitir que nuestra voz carnal controle nuestras decisiones (Lucas 9:23). Jesús nos ha dirigido en una dirección hacia la pasión. ¡No debemos resistir! Debemos ser testigos y aprovechar cada momento para compartir nuestra fe y nuestra pasión. Solo los cristianos testigos son victoriosos. Debemos orar sin cesar, regocijar siempre, y dar gracias en todo porque El habita en las alabanzas de su pueblo (1 Tesa. 5:16-18, Salmo 22:3).

Finalmente, tenemos que dedicar una porción de cada día para la comunión con Dios: para leer la Biblia, esperar la dirección de Dios, permitir que el Espíritu Santo nos inspire, y para estar más cerca de Dios. Es imposible que el cristiano sea consumido por su pasión si no dedica tiempo íntimo a su Dios.

¿Tienes presiones? Todos las tenemos. Pero ninguno necesita ser vencido por las presiones de este mundo. Y ninguno de nosotros lo será si nuestra pasión para Dios es más grande que cualquier presión que el mundo presenta. Esta es la verdad para toda persona, sea niño, joven, o adulto.



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