Este es un libro que
nos muestra la realidad en que vivimos, la mayoría de las personas. De alguna
forma en el lugar donde se encuentran las personas, ya sea en un cargo
político, cargo educacional, eclesial, o simplemente un humilde trabajador, a
veces es difícil decir la verdad.
La vida se toma hoy
en día como algo trivial, las decisiones que debemos hacer a diario las hacemos
sin pensarlo muchas veces. Aunque a veces tengamos que hacer daño a otros. En
otras palabras, es difícil decir la verdad, porque tiene muchas consecuencias
funestas.
Para los políticos decir
la verdad o hacer lo correcto significa perder un lugar o un cargo en el
trabajo, un desplazamiento muchas veces destierro o inclusive la muerte.
El autor cita a
varios personajes de la Biblia el hecho de que en representación de Dios
tuvieron que decir la verdad a costa de su propia vida. En el ámbito cristiano y
más propiamente bíblico hubo personas que sin miedo hablaron y descubrieron
cosas malas que para Dios son pecados. Juan el Bautista en su momento calificó
de generación de víboras a un grupo de religiosos de su época porque ellos
decías ser y hacer lo que Dios quería y no lo hacían. Jesús mismo los calificó
de ciegos y guías de ciegos. Obviamente estas expresiones no agradaron a los
aludidos y organizaron una campaña para matarle.
Pero hoy en día
necesitamos hombres como estos en la sociedad y en la iglesia de hoy. Personas
que proclamen con voz de trueno el mensaje de Dios. Para que la gente al
conocerle llegue a comprender su amor y ame también a su prójimo, dejando a un
lado las guerras y dando lugar a la paz. Es necesario que haya líderes con
agallas sin miedo y que digan sin pelos en la lengua los pecados de las
iglesias los cuales están arraigados y no dejan crecer y esparcirse el reino de
Dios.
Este libro es una
recopilación de los artículos publicados por el autor en el periódico DESAFIÓ el cual se publica en Colombia país natal del
autor.
Entre la prudencia el
valor y el miedo es la expresión clara, inconforme y contundente de la juventud
cristiana, en medio del cual el autor ha crecido, sufrido, gozado y madurado
por casi dos décadas. Este es un libro que dice en voz alta, las verdades que
todo el mundo dice en voz baja.
Según el autor hay
siete peligros capitales que hacen que los líderes cristianos no realicen lo
que deben hacer. Uno de ellos es peligro de la negligencia, otros el peligro de
la superficialidad, espectacularidad, la mundanalidad, el de al avaricia, la
politiquería la cobardía y el miedo. A todo esto la solución que da es que el
pueblo de Dios tenga una actitud de humildad y no se entregue al camino de la
perdición, porque el que se humilla será enaltecido. “La humillación debe
empezar en el pueblo de Dios y por los de arriba. Debe avanzar por la Casa de
Dios y con los de abajo”.
La mentira es también
un arma del cual se agarran muchos políticos, empresarios, los estudiantes lo
grupos subversivos, los cristianos y si acaso nosotros mismos. No nos digamos
mentiras, solo un corazón pleno de verdad puede reclamar con seguridad el
título de seguidor de Jesús. Si
continuamos en la mentira no seremos libres de verdad. Jesús dijo yo soy el
camino la verdad y la vida, y si somos sus seguidores. podremos ser libres.
Libertad es lo que necesita nuestra tierra, nuestra sociedad, nuestra
generación y nuestro mundo. Libertad que solo llegará cuando aceptemos y
sigamos de verdad a aquel que es el autor de la verdad.
Bueno les será
recordad a aquellos que hoy están en una posición prominente dentro del pueblo
de Dios, que han sido colocados allí para velar por las almas y no para
incrementar su hacienda particular.
Debemos saber que
cuando la verdad se apaga se pierde la oportunidad de dar claridad a una sociedad
que se hunde en la oscuridad y se abre la puerta para que reine la injusticia.
Cuando la verdar se
apaga se pierde la oportunidad de construir una sociedad con el sólido
fundamento de la honestidad, para edificarla en el movedizo fundamento de la mentira.
Para poder realizar esto necesitamos un liderazgo que ame y no que manipule;
que sirva y no que lucre; que comparta y no que acapare; que anime y no que
oprima; que levante y no que aplaste.
Que no nos toque
llorar mañana como nenas, lo que no supimos hoy defender como hombres, como
verdaderos hombres de Dios, de los cuales se espera que nunca retrocedan ante
nadie ni ante nada, cueste lo que cueste. Por esta razón no debemos callar,
ahora más que nunca debemos hablar; no debemos olvidar que el silencio de los
valientes es la trinchera de los cobardes.
Debemos saber que la
paz de los grupos subversivos, de las agoreras modernas, la de los políticos
mentirosos y la de las personalidades distinguidas es una paz construida sobre
arena y pegada con espuma. De ella nos han hablado demasiado en los últimos
años y nada ha pasado.
¿Qué estamos
esperando? Hoy como ayer, nuestras alternativas se encuentran ente la prudencia
el valor y el miedo. Alguien dijo que el hombre que calla cuando debe
protestar, se convierte en un cobarde, y los cobardes solo están interesados en
salvar siempre su pellejo a como dé lugar.
América cosecha hoy
lo que sus gentes sembraron por muchos años. Nuestros países están recogiendo
los frutos de una práctica religiosa vacía. Están recibiendo los dividendos del
consentimiento del pecado, tolerado y promovido durante décadas por los padres
de la patria y por los malos hijos de la misma. Por eso nuestras naciones se
han degradado vergonzosamente y por eso hoy lo más normal del mundo es llamar a
lo malo bueno y a lo bueno malo, en todo nuestro Continente.
El pueblo de Dios
debe colocarse en la cabeza. Este es el lugar que le ha reservado Dios aquí y
ahora. Por eso deben levantar la frente; por eso debe esforzarse y actuar sin
pedir permiso para hacer lo que debe hacer. Porque es urgente levantar la voz
de honestidad, en donde tradicionalmente ha reinado la corrupción. Por que si
quienes teniendo un corazón entenebrecido han utilizado el sistema para su
lucro particular, y debemos preguntarnos si los cristianos debemos aspirar a
dirigir nuestro pueblo con la seguridad de que la dirección y gobierno de los
justos siempre es bendición para su pueblo.